
“La vida plena tiene que ver con un pensamiento y corazón abierto, capaz de incluir e integrar la diversidad.” Marta Ocampo
¿QUÉ ES LA VIDA PLENA?
Muchas veces empleamos el término Vida Plena para referirnos a un estado anhelado, porque intuitivamente lo asociamos con algo bueno, adecuado, con la felicidad.
Para comprender el sentido de pleno, voy a la raíz etimológica de la palabra plenitud.
«plenitud» viene del latín plenitudo, formada de plenus y el sufijo – tudo. La palabra plenus significa completo, lleno.
La vida plena no es un estado de paraíso. El paraíso es un estado de inocencia. Lo inocente no es lúcido. La vida plena implica lucidez, discernimiento.
Desde la perspectiva sistémica planteo tres dimensiones para comprender el sentido de la Vida Plena:
- La dimensión individual, la relación con uno mism@. Somos una unidad.
- La dimensión social, somos seres interdependientes. La colaboración, la estrategia que nos ayudará a evolucionar.
- La dimensión planetaria, habitamos un planeta. Formamos parte de la especie humana. Reparar el sentimiento de desconexión.
LA DIMENSIÓN INDIVIDUAL:
El punto de partida es la relación con nosotros mism@s.
Debido a la manera como percibimos, observamos y pensamos fragmentamos la realidad en hechos aislados, en partes separadas.
Una gran realidad gira entorno a la manera como hemos reducido nuestra condición humana de seres completos a seres incompletos.
No tenemos conciencia de nuestra plenitud.
Somos seres humanos completos, totales, aunque no lo percibamos así por el hábito mental de separar y simplificar las cosas.
Desde la dimensión individual, cada uno consigo mismo, hemos aprendido a disgregar todo aquello que somos, cerebro, emociones, biología, cuerpo, en partes separadas.
La realidad es total, somos seres enteros aunque nos percibamos individualmente fraccionados, todas esas partes forman parte de uno y se relacionan entre sí.
Se trata de incluir todo lo que somos, tanto lo que aceptamos como lo que rechazamos de nosotros mism@s.
Pensamiento, emoción y cuerpo están conectados, en continua y estrecha interrelación.
La percepción que tenemos por ejemplo de nuestro cuerpo es inconsciente, mecánica.
El cuerpo es un mensajero fiable, no miente, constantemente nos está dando mensajes asociados a nuestros hábitos mentales, emocionales. Tomar conciencia de nuestro cuerpo, conectar con él, con sus mensajes es una tarea necesaria para llevar a cabo los cambios importantes que queremos en nuestra vida.
Vivimos parcialmente en pequeñas dosis de lo que somos y lo más curioso es que nos quedamos fijados en las partes, fragmentos que van en detrimento de nosotros mismos. Hemos aprendido a quedarnos fijados en pensamientos y emociones que nos debilitan.
Nos cuesta dar paso a los pensamientos, emociones que nos fortalezcan, que potencien el desarrollo de nuestras capacidades y talentos.
Desde esta dimensión individual, Vida Plena es la capacidad de liberar nuestro potencial.
Estamos acostumbrados al déficit psicológico, a vivir emocionalmente en lo precario, en las creencias y emociones que nos limitan, en detrimento de nuestra grandeza interior y del desarrollo de nuestros talentos.
No se trata de excluir aquellas partes conocidas, que nos debilitan. Se trata de contactar con nuestro potencial.
Nuestro reto está en la elección entre dos zonas, en una polaridad muy especial: zona de carencia o zona del potencial. ¿Dónde quiero permanecer? ¿Dónde quiero ir?
La zona de carencia está asociada al pasado, a lo aprendido, a las formas viejas de responder y que ayer fueron válidas. Estas pautas antiguas se traducen en comportamientos que ya no son útiles o suficientes, sencillamente porque todo ha cambiado y ya no son respuestas inteligentemente adaptativas, en el momento presente.
La zona del potencial está asociada al futuro que es libre, al potencial, a lo nuevo. Para ello hay que identificar, por un lado aquello del pasado que me limita y transformarlo y por otro lado identificar aquello que sería totalmente nuevo en mí.
Esta elección requiere que nos hagamos cargo de esos contenidos antiguos, repetitivos, extraer lo positivo, lo aprendido y actualizarlo.
Esto no es fácil porque para salir de la zona de carencia tenemos que hacernos cargo de esos contenidos, enfrentarnos con nuestra vulnerabilidad, la cual emerge cuando transitamos hacia lo nuevo. Todo ello es un nuevo entrenamiento.
Una tarea importante para ir a la zona del potencial es identificar nuestras lealtades al pasado y darnos el permiso a lo nuevo a construir nuevas respuestas. Una condición sine quan non para este proceso de cambio es traer nuestra atención al presente, al aquí y al ahora, orientarnos más a la solución y menos al problema, así es posible conectar con nuestros recursos.
LA DIMENSIÓN SOCIAL:
La plenitud no consiste solo en el trabajo de completarnos a nosotros mismos. Tiene que ver con nuestro ser social.
Nuestra vida no es tan individual como habitualmente creemos.
Somos seres interdependientes, vivimos en relaciones y gracias a ellas crecemos y evolucionamos.
Toda relación constituye un reto, un aprendizaje a veces más fácil, a veces más difícil, todo depende del aprendizaje que este en juego, entre los implicados.
La vida plena tiene que ver con mi capacidad de relacionarme, con mi capacidad de crear y sostener relaciones de calidad, nutritivas, que inspiren el crecimiento de los demás y el mío propio.
En un mundo de interdependencias influimos y somos influidos. Influyo en el entorno y este en mí. Lo que hacemos repercute en los demás y en ellos en mí.
La clave está en revisar los modos de relación, la manera cómo nos relacionamos, ahí está la posibilidad de cambio.
Es difícil creer que puedo lograr mis objetivos a consta de los otros, sin tener en cuenta el efecto de mis acciones en los demás. Y también es difícil creer que los demás no me afectan.
En este mundo de las relaciones juega un papel importante la retroalimentación.
El concepto de retroalimentación nos lleva a tener en cuenta que el bienestar de las partes también tiene que ver con el bienestar del todo, porque el todo y las partes se influyen mutuamente. Se trata de un pensamiento circular, en el que el efecto vuelve a la causa.
Entender que somos parte de conjuntos, que hay una continua retroalimentación nos lleva a identificar la colaboración, en la que todos ganamos, como la estrategia de relación humanamente más inteligente.
La colaboración es profundamente inclusiva, tiene en cuenta la fuerza individual y la colectiva.
La colaboración como modo humano de relacionarnos exige caminos creativos, evolutivos. Lo normal e históricamente conocido en las relaciones es diferente a la colaboración, p.ej. el ataque la defensa o la negociación, que aún cuesta tanto.
La colaboración produce aún mucho temor, una de las razones equivocadas es creer que colaborando se pierde la individualidad.
Hemos adquirido dosis muy altas de individualidad y también de desconexión con el conjunto, con el entorno, con los otros.
Asimilar el concepto de colaboración, entendiendo el entretejido que formamos, nos ayudaría a reducir en gran medida el miedo a perder la individualidad, válida e históricamente ganada a través de cientos de años de evolución.
El sentido de individualidad es válido, lo que no es válido es la pérdida de la visión del conjunto. La individualidad sin sentido del conjunto es bastante ciega, lleva al individuo a separarse, a creer que puede desarrollarse sin contar con los demás o a esgrimir modos de relación sin importar el efecto en el conjunto, ignorando que el efecto repercute sobre sí mismo.
La colaboración, aun en cierne, es la estrategia humana por excelencia, que nos lleva a buscar la concordancia entre el desarrollo individual y el social.
LA DIMENSIÓN PLANETARIA:
El sentido profundo de esta dimensión es sentir que pertenecemos a un TODO, que formamos parte del algo más grande.
Se trata de reparar el sentido de desconexión que tenemos del mundo, de los unos y de los otros.
Hemos adquirido en nuestro proceso evolutivo, en la medida que tomamos conciencia de nuestra propia individualidad, una enorme sensación de separación del conjunto, hemos perdido la “inocencia del paraíso”, es como si se hubiera producido una escisión del yo y el resto del mundo. Esto también es parte de nuestro proceso evolutivo.
Lo importante es el reto, que como especie, tenemos en nuestras manos.
Sentir y saber que formamos parte de un conjunto llamado especie humana, que habitamos un cuerpo y habitamos también un planeta. Esto es un gran todo.
La dimensión planetaria tiene que ver con una visión más amplia del conjunto, del macro sistema del que cada uno formamos parte. Se refiere al desarrollo de una conciencia mayor que nos habla de un todo humano, de la finalidad de la especie humana y de un planeta que nos cobija y alberga.
Se trata de un tipo de pensamiento capaz de ver el gran conjunto que somos, de integrar e incluir la diversidad. Un pensamiento abierto, sin fronteras.
La conciencia de la dimensión planetaria nos ayudará a desarrollar el sentido de pertenencia a la especie humana, el sentido de contribución y del servicio los unos de los otros y del cuidado del planeta.
Puedo contribuir al conjunto/especie incluyendo en mi corazón la diversidad, abriéndome a un campo de información, en el que todos somos portadores de algo que es único porque cada persona es única.
Este es un reto aún muy grande, estamos en el proceso.
Por Marta Ocampo.
Coach Sistémica ejecutiva y Formadora Sistémica
Entrevista hecha en la radio:
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