
«La capacidad de situarnos entre iguales, abre el camino para construir conjuntamente las soluciones.» Marta Ocampo
En esta 7ª coordenada, relaciono la influencia de las creencias y la confianza para construir relaciones basadas en la colaboración.
¿Cuál es el mejor modo de lograr los objetivos, si somos seres que vivimos en relación?
¿De qué manera nuestros estilos de relación favorecen la colaboración?
1. LA INFLUENCIA DE LAS CREENCIAS EN NUESTRA CAPACIDAD DE COLABORAR
La manera cómo nos relacionamos influye en el logro de los objetivos. Los modos de relacionarnos están condicionados por las creencias aprendidas en el transcurso de nuestro desarrollo, sobre todo en las primeras etapas.
Las creencias tienen una gran influencia a la hora de interpretar la realidad; siguen un modelo de pensamiento aprendido sin cuestionar, que damos por hecho como verdad absoluta, y que se extrapola en los diferentes contextos donde nos movemos.
Creencias fuertemente arraigadas, nos han llevado a desconfiar de nosotros mismos y de los demás.
Hemos aprendido a desconfiar del propio valor personal y del valor de los otros. Esto es debido a los condicionamientos, históricos, sociales, religiosos, familiares, educativos, en los que hemos crecido y actuamos.
La desconfianza, se ha instaurado en los diferentes ámbitos de nuestra vida. Nos hemos entrenado en la desconfianza, por así decirlo, somos expertos en la desconfianza. Muchas razones sostienen la desconfianza, por ejemplo, una de tantas, el hecho de vivir en un mundo tan competitivo.
Hay una desconfianza individual y colectiva. Ambas desconfianzas se retro alimentan, creando contextos culturales, sociales de hostilidad y vulnerabilidad.
La desconfianza, la individual y la colectiva, se basa en los supuestos de ideologías dominantes, que nos han inculcado creencias, por ejemplo la ley del más fuerte para sobrevivir. Creencias que nos impulsan a la acción competitiva y a desarrollar estrategias de poder, como el ataque- defensa, ganador- perdedor, que hemos ido incorporado y activando en el trato con los demás e incluso con nosotros mismos.
La desconfianza produce seres solitarios, profundamente amargados e inseguros que mantienen vivos los mecanismos de poder para poder sobrevivir.
En consecuencia, nos hemos convertido en contrincantes, en el tú a tú, en los equipos, en las organizaciones, en la sociedad en general, y hemos perdido la facultad de colaborar.
Esta desconfianza es ciega porque nos lleva, como individuos a separarnos, a creer que podemos desarrollarnos sin contar con los demás o a esgrimir modos de relación, sin importar el efecto en el conjunto, ignorando que el efecto repercute de vuelta sobre nosotros mismos. Formamos un entretejido social, seamos o no conscientes de ello.
2.LA COLABORACIÓN ENTRE IGUALES
Las creencias que sostienen las relaciones desiguales, con juegos y luchas de poder, que se han creado y mantenido a lo largo de la historia, producen en la sociedad seres que se sienten pequeños y que temen la colaboración.
A través de la historia hemos aprendido a sentirnos separados los unos de los otros, a desconfiar en las diferencias, a perder la noción de Unidad que constituyen los equipos, las organizaciones, la sociedad , la especie.
En esta desconfianza, no tiene cabida la relación ganador- ganador que es propia de la estrategia de colaboración y de la relación entre iguales.
Con estas ideas en la mente, se ha ido frenando el impulso espontaneo de colaboración y se ha ido fortaleciendo el temor a que la colaboración no favorezca el desarrollo individual, tan marcado en nuestros tiempos.
Pasamos por alto, que el desarrollo individual se consigue mediante las relaciones, no en el aislamiento social. Es en lo social donde adquirimos nuevas habilidades, nuevas competencias y desarrollamos nuestros talentos.
Nuestro desarrollo personal depende de nuestra capacidad de contribuir al bien común y éste depende del modo cómo nos relacionamos.
La colaboración, fruto de una visión más amplia, no suprime las necesidades personales, por el contrario alinea lo individual con las necesidades del conjunto, las integra.
La colaboración, aun en cierne, es el modo de relación propiamente humano, que nos llevará a buscar la concordancia entre el desarrollo individual y el social.
Construir relaciones basadas en la colaboración, entre adultos, es uno de los retos evolutivos que tenemos. Para ello, sería útil tener en cuenta el enfoque multidimensional, que propone Edgar Morin, que nos dice que somos seres individuales, sociales y especie a la vez, todo a la vez.
El mejor cambio es el que tiene en cuenta el efecto en otros, solo puede darse con la colaboración.
Con la colaboración, se enriquecen las contribuciones individuales, se crea una sinergia que fortalece los objetivos individuales y del conjunto.
Hay colaboración si hay confianza; hay confianza si hay respeto, valoración, y relación entre iguales.en el sentido estrictamente humano. Si hay confianza se activan los recursos para realizar los mejores cambios.
En un equipo, se refiere a la capacidad de crear un clima de trabajo en que nadie está por encima de nadie, independientemente de su conocimiento, su estatus, su talento; es una cualidad imprescindible, que ostentan los miembros de algunos equipos de éxito, y que genera un ambiente muy particular, en el que da gusto pertenecer y trabajar.
Por: Marta Lucía Ocampo.
#gestion del cambio#formción sistémica#equipo#organizaciones#personas