
“LIBERAR implica INCLUIR.” Marta Ocampo
Con alta frecuencia, cuando algo no es conforme a nuestras expectativas y necesidades, nuestro impulso inicial es tratar de retirarlo, excluirlo.
Muchos esfuerzos en el terreno personal, familiar, social y en los distintos ámbitos, donde nos movemos, están dirigidos a tratar de eliminar aquello que rechazamos, que no nos gusta, que no entendemos, que nos hace sufrir. Este deseo de liberarnos de aquello que perturba nuestras vidas activa diferentes mecanismos inconscientes, por todos conocidos : la represión, la evitación, la proyección en otros, la negación. Todos ellos orientados a la exclusión de lo que rechazamos y a encontrar alivio.
Estos mecanismos psicológicos, proporcionan un alivio temporal, ayudan a disminuir la ansiedad. Son una especie de protección de la tensión, que nos produce aquello que no es conforme con nuestras expectativas, con nuestras necesidades. Los utilizamos como estrategias de resolución momentánea, ante situaciones adversas de la realidad, que nos producen malestar, pensamientos y emociones desagradables.
Aquello que rechazamos contiene información, muy significativa, que sirve para comprender nuestra trayectoria personal, familiar, profesional, social.
Aquello de lo que nos queremos liberar es también parte nuestra, es parte de nuestra experiencia personal, familiar, de nuestra cultura, de nuestra sociedad.
Aquello que queremos soltar, liberar, lo entendemos como un impedimento para el logro de nuestros objetivos.
Suelo decir, que todo impedimento contiene una cualidad. Una cualidad que hay que saber identificar, extraer, como se extrae el oro del plomo.
Aquello que queremos liberar, el aquí llamado impedimento, no solo contiene el “defecto” las “taras”, que obstaculizan el camino, sino también la cualidad, una enseñanza: Es información útil.
Creo profundamente que en nuestras vidas no hay defectos, no hay taras, no hay errores: HAY APRENDIZAJES.
Al excluir, rechazamos también el aprendizaje vivido.
En esa intención de excluir, de liberarnos, invertimos mucha energía. En la medida en que intentamos excluir, gastamos la energía necesaria para el aprendizaje de lo nuevo.
Todo aquello que queremos liberar, cambiar es un reto y como reto conlleva un aprendizaje. Pero si nuestra energía, si nuestra atención, está enfocada en sacar, en excluir, en romper, no queda energía para el aprendizaje. Nuestro reto es invertir la atención, utilizar la energía para aprender lo nuevo.
Liberar, soltar y transformar pasa por aprender a integrar, incluso aquello que rechazamos.
Liberar pasa por darle un lugar a aquello que queremos soltar.
Aprender a incluir lo que rechazamos, es el reto para empezar a realizar cambios significativos.
Liberar aquello que queremos cambiar pasa, aunque suene paradójico, por amar lo que queremos cambiar.
Amar lo que queremos cambiar exige un primer ejercicio, muy interesante: asentir las cosas tal y como son, sin aceptar, sin rechazar, reconocer las cosas tal y como son.
La clave para ello está en invertir la atención. En lugar de esforzarnos en excluir, la idea es esforzarnos en darle un lugar a lo que rechazamos, sin juicios de valor.
Asentir la realidad tal como es, da fuerza para incluir y posteriormente transformar.
Todos sabemos las consecuencias de intentar excluir. Sabemos como la exclusión de algo genera a la larga ansiedad, tensión, conflicto, más lucha e incluso más dolor.
El rechazo, la exclusión, puede generar un alivio momentáneo, una solución parcial, pero no una solución eficaz.
Lo podemos observar en los diferentes sistemas en los que nos movemos, en el personal, por supuesto, en el familiar, en el de pareja, en el laboral. Podemos observarlo también en los fenómenos sociales, históricos, culturales, podemos ver como aquello que se rechaza, en algún momento, produce más tensión, toma fuerza.
Eso que rechazamos puede, al cabo del tiempo, surgir nuevamente a veces con más fuerza, con tonos más altos, para ser tenido en cuenta, para ser escuchado.
«Todo aquello que rechazamos nos vincula». Estamos vinculados a lo que rechazamos.
Según un principio sistémico, todos los elementos de un sistema tienen derecho a pertenecer.
El rechazo es una formulación mental, aquello que se rechaza sigue existiendo.
Nuestro reto es enfocarnos en el aprendizaje. Enfocarnos en el acto de incluir para transformar; aprender a mirar aquello que rechazamos con otros ojos, desde otras perspectivas; extraer la cualidad de la experiencia vivida y fortalecernos con esa experiencia.
Unas preguntas de ayuda podrían ser:
¿Qué sentido tiene esto que rechazo? ¿Qué me ha enseñado?
¿Para qué lo rechazo?
¿Quién soy gracias a eso que rechazo?
¿Cuál es mi reto personal, familiar, laboral, con esto que rechazo?
Todo está vinculado, las partes son parte del todo, excluir no libera.
Liberar implica incluir, dar un lugar a eso que rechazamos.
Con frecuencia descubro en los procesos profesionales de crecimiento personal y de equipos que el primer paso, consiste en fortalecernos, para empezar a ver aquello que rechazamos.
Transformar, liberar, son los pasos siguientes y pasan necesariamente por la capacidad de incluir. Este concepto es válido para el trabajo personal, de los equipos y organizaciones.
Marta Ocampo.
Formación & Entrenamiento Sistémico.
Coaching Sistémico.